ExpoBioterios 2024: Despedida

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Empezamos el día sin plan. Lo más difícil ya había pasado, con aciertos y errores el Congreso se había desarrollado y el mundo seguía girando. Los profes habían armado sus propios programas turísticos. Así que de repente éramos Hernán y yo, dependía de nosotros ver qué íbamos a hacer. Teníamos sobre la mesa una intención de ir a Toucan Rescue Ranch, una reserva cerca (1 hora en Uber) que nos había propuesto Bernard Ch. También queríamos ir a una playa no muy alejada que tenía en su trayecto previo un rio donde había cocodrilos. Días atrás habíamos pensado en ir a unas termas. Todas eran buenas ideas pero ninguna era genial.

Un gran problema en estos casos es no hacer nada esperando a concretar algo perfecto. Hernán habló con Oscar de la recepción del hotel quién nos propuso ir a La Paz Waterfall Gardens (Las Cascadas de La Paz). A ese mismo lugar iba Fernando B pero su viaje ya había empezado hace horas con paradas previas por un cafetal (con desayuno) y un volcán.

En una hora nos venían a buscar al hotel, un viaje corto (una hora y media en un minibús). La vuelta sería a las 15hs. Podíamos llegar temprano para ir a comprar algunos regalos al centro para llevar a la familia. Nos separamos para prepararnos. Pantalón largo para evitar picaduras de mosquitos. Manga corta arriba porque hacía calor. Gorro para cuidarse del sol. Mochila con un abrigo adentro por si refrescaba. Todo ok para salir.

Llegó el transporte a la recepción del hotel (5 minutos antes de lo previsto). Teníamos todos los asientos para nosotros, en uno puse la mochila, me estiré, Hernán hizo lo mismo y el chofer nos dijo: Vamos a buscar a dos personas más y seguimos camino a las Cataratas. Ya no era tan exclusivo el viaje pero no representaba un problema. Paseamos un rato para llegar al primer hotel (de estos internacionales, de lujo). Subió un tipo flaco y alto, no muy comunicativo. Luego pasamos por otro hotel (también de nivel) y subió una chica diciendo good morning! (no hablaba español). El chofer siguió camino hacia Alajuela, pasamos por afuera del aeropuerto internacional, y paramos para cargar combustible. Con Hernán estratégicamente pensamos en comprar agua (unas cuatro botellitas). Había que estar hidratados durante el paseo.

El chofer nos preguntó por la final de la Copa América, con un colombiano y un argentino de pasajeros, era un buen tema para tocar para pasar el tiempo. Con Hernán dimos nuestros puntos de vista y fuimos ganando confianza con el motorman (siempre quise poner esta palabra). El viaje era por caminos sinuosos y siempre hacia arriba. Mirar a los costados era tomar conciencia que nos estábamos alejando de la civilización para meternos de lleno en la naturaleza.

Nuestro hombre al volante nos tranquilizó: “en media hora estamos en las Cataratas”. Íbamos a llegar cerca del mediodía, paseo, almuerzo y más paseo hasta las 15hs. Todo iba bien hasta que el conductor del minibús se puso a hablar por teléfono. Los planes habían cambiado pero aún no lo sabíamos. Pude ver un cartel que indicaba que las Cataratas estaban muy cerca. Extrañamente nuestro vehículo frenó, giró en U y volvimos por dónde veníamos. Algo raro pasaba. Paramos en un local que ofrecían fresas para degustar y dónde se podían comprar regalos (chocolates, peluches, etc.) a un precio delirantemente caro. El chofer nos pidió bajar, hacer la degustación y esperar unos minutos a un nuevo bus que nos iba a llevar a nuestro destino.

Bajamos a estirar las piernas, no era un drama, dimos vueltas por el local sabiendo que no íbamos a comprar nada. Y un mensaje de whatsapp me causó mucha gracia. Era de Fernando y decía: “Estás comprando frutillas con Hernán. Yo sé todo”.

Su bus había parado momentáneamente en la puerta y ya iba camino a las Cataratas. Seguramente nos íbamos a encontrar allá. Él había contratado el tour completo con la visita a cafetal y al volcán.

Pasaron unos cuantos minutos más, nos empezamos a poner impacientes, en ese lapso de tiempo interactuamos con nuestros compañeros de viaje. Así nos enteramos que la chica era húngara y que el tipo flaco y alto era un empresario de USA que hablaba mucho más de lo que creíamos (un tanto intenso). Los cuatro estábamos impacientes tirando a molestos, ya llevábamos más de 30 minutos esperando. Nuestras proyecciones nos hacían caer en cuenta que estábamos perdiendo tiempo de nuestro paseo. “En 5 minutos llega. Viene en camino” nos dijo un cada vez menos creíble ex chofer.

Luego de 15 minutos apareció un bus, nos acercamos para subir, hasta que nos dimos cuenta que los pasajeros que traía iban a pasar un tiempo en el local de fresas (otros 15 minutos más de espera pensamos todos). Hernán no se aguantó e increpó al conductor, la paciencia se acabó y era hora de que se enteraran. Para nuestra sorpresa el responsable del nuevo vehículo (no era chofer, era el guía del tour) reaccionó de forma violenta responsabilizando a nuestro antiguo conductor de haber adelantado su viaje. En fin, fuimos testigos de una interna de la empresa que dejaba en evidencia su desorganización. Todos nos calmamos cuando nos aseguraron que el tiempo neto del paseo eran 3hs y que se iba a respetar, ya no sería a las 15hs nuestro horario de salida pero estaba todo bien.

Seguimos unos 30 minutos más de viaje. Ahora íbamos acompañados de varios turistas, Hernán y yo éramos los únicos pasajeros que hablábamos español. Bajamos del Bus en las ansiadas Cataratas. En la recepción nos pusieron una pulsera de color. Pero unas palabras pronunciadas por el guía unos minutos antes, nos habían quedado retumbando en la cabeza: “Pónganse sus abrigos impermeables que llueve mucho”. ¿Abrigos impermeables? ¿Lluvia? Justo lo que no habíamos previsto. “Un poco de lluvia no nos iba a cambiar la ecuación” pensamos.

Bajamos con nuestros compañeros por unas escaleras pero la llovizna resultó ser una lluvia intensa, sino tomábamos una decisión rápida nos íbamos a empapar. Abandonamos el grupo con Hernán y volvimos a la recepción a comprar una capa impermeable. Sorprendentemente no estaba cara y era de buena calidad. Cubrí mi mochila, mi cabeza y casi todo mi cuerpo. Ahora sí estábamos listos para el tour. Nos apuramos para alcanzar a nuestro grupo pero no hizo falta, nos estaban esperando con el guía para continuar el viaje.

Pasamos por el aviario donde había guacamayos junto a otras aves típicas locales. En un sector había tucanes muy coloridos y al alcance de la mano. Al tomarnos una selfie con estas hermosas aves, nos llevamos flor de susto luego que uno de ellos le tirara un picotazo a la oreja de Hernán. La cara de susto puede verse en la foto.

Seguimos el camino y llegamos a la atracción principal: ¡Los perezosos! No nos podíamos ir de Costa Rica sin conocerlos. Misión cumplida. Los perezosos son difíciles de fotografiar, en el 80% de las fotos se ven como una bola de pelos enrollada. Me quedé satisfecho que pude encontrar a uno medianamente activo.

Llegamos al mariposario. Volaban mariposas de todos los tamaños y colores. Precioso. Pudimos ver de cerca los diferente estadios de la mariposa (huevo, oruga, pupa y adulto).

Vimos algunos monos cariblancos y araña. Atravesamos una zona repleta de colibríes, nos pasaban cerca de la cara a toda velocidad. Que seres más tiernos. Siempre me genera paz verlos.

Finalmente llegamos  al restaurant, había mucha gente pero como no podía ser de otra forma, nos encontramos a Fernando almorzando con dos eslovenos que había conocido en el paseo. Nos saludamos y sacamos una foto que salió oscura pero que sirve para inmortalizar el momento.

Había tenedor libre así que hice una mezcla rara para servirme, un poco de carne, pollo, pizza, papas fritas, garbanzos. Mucho jugo. Café. Nada mal.

Seguimos el recorrido hasta el serpentario, fotografié a todas las serpientes, cuanta fascinación y respeto me generan. La mayoría de ellas con suficiente veneno para dejarme sin ver la final de la Copa América.

Fuimos a ver a los felinos (gatos monteses, jaguares, ocelotes), se los veía estresados pobrecitos, con comportamientos repetitivos, y muy ansiosos.

Pasamos por la zona de las orquídeas y otras flores. Yo entiendo muy poco del tema pero saqué muchas fotos. Seguimos por un ranario, allí se podían ver algunas especies venenosas en peceras, y otras (no venenosas) descansando camufladas entre grandes hojas.

Nos topamos con unos bueyes que estaban en un sector cercano a una casa antigua. Había un pozo de agua, una carreta, camas llamativas, todo muy de época. También unas vaquitas. Era una zona estilo granja antigua.

Finalmente llegamos al final del tramo. Una mujer muy entrada en años no dejaba de sorprendernos con su entusiasmo para subir y bajar escaleras, algunos sectores estaban muy mojados y representaban un claro riesgo de caída.

La gran atracción del paseo eran las cataratas y no me defraudaron, esperamos nuestro turno y nos sacamos con Hernán la foto con las cascadas de fondo. No eran las únicas, había cinco en total (creo que vimos tres). Hernán empezó a mostrar mucho dolor en las rodillas y se lo veía caminar de forma cada vez más forzada. Quise tomar unas fotos de las cataratas desde un ángulo más cercano. Bajé y bajé escaleras sin esfuerzo y con entusiasmo. El problema fue subirlas con el calor húmedo y el cansancio acumulado. Llegué al puesto donde Hernán se había quedado esperándome. Quedé agitado, no había aire en el ambiente, me costaba estabilizar mi respiración. Mi frente estaba sudorosa.

Abandonamos el parque a las 16hs, una hora más tarde lo que pensábamos. Lo que no estaba en nuestros planes es que íbamos a dejar en el hotel a cada uno de los 20 compañeros del bus. Nos recorrimos medio Costa Rica, siempre estábamos a 30 minutos de nuestro hotel. Y como era de esperarse nos dejaron últimos a nosotros. Nuestro viaje demoró como 3hs. Llegamos tan tarde que apenas tuvimos tiempo de organizar la cena y salir rápidamente hasta la Casona de Laly por segunda noche consecutiva.

Esta vez éramos menos para la cena, los que quedábamos, en realidad, algunos habían emprendido paseos que habían demorado más de la cuenta, otros habían asumido otros compromisos. Me saqué las ganas de pedir una parrillada. Pero como era para dos la compartí con Bernard Ch. Enorme fue la desilusión al ver que de parrillada tenía muy poco pero si traía ensalada, salsas y otras cosas para rellenar y abultar la “parrillada” (nunca mejor usadas las comillas).

Volvimos con el grupo al hotel, no había mucho tiempo para nada más. A las 4am venía un taxi por Hernán y Marcel PG. Con Hernán nos tomamos una foto con las camisetas de nuestras selecciones: Colombia y Argentina. Habíamos seguido atentamente los partidos de la Copa pero ninguno de los dos iba a poder ver la final porque íbamos a estar volando justo en el horario del partido.

Fernando se iba tipo 11 de la mañana así que arreglamos juntarnos para desayunar pero más tarde de lo habitual. Así fue, me desperté más relajado hasta que escuché un audio de Hernán desde el aeropuerto. Me recomendaba salir con más tiempo hacía allá, el tema de la entrega del equipaje y migraciones estaba muy lento y eso que su vuelo había salido en un horario no tan concurrido. Fer se fue al aeropuerto como estaba pautado pero su vuelo estaba atrasado. El check out para mi sorpresa era temprano, cerca de las 11 abandoné mi habitación pero dejé el equipaje en el hotel. Pedí adelantar una hora la salida al aeropuerto.

Salí a caminar con la camiseta Argentina hasta un centro comercial. Quería comprar un peluche de Perezoso, quedé espantado con los precios, así que le pregunté a Fernando cuanto costaban el aeropuerto, no había mucha diferencia. Así que como buen padre hice mi esfuerzo y lo compré, también me llevé unas medias (con figuras de perezoso), unas agendas (de perezoso) y unas libretas (adivinaron: de perezoso). Para mi sorpresa había muchos colombianos con camisetas de Colombia trabajando en los locales comerciales o simplemente paseando. Había camisetas argentinas (de ticos) pero en menor cantidad. El sentimiento generalizado (el de los neutrales) era de apoyo hacía Colombia.

Volví al hotel, tenía pensado almorzar pero no lo hice, me sentía lleno.  En instantes se iba a desarrollar la final de la Eurocopa entre España e Inglaterra. Fernando estaba en un bar y yo iba en un taxi camino al aeropuerto. Mi sorpresa fue grande al llegar, despaché mi equipaje, pasé los controles e hice migraciones casi en un par de minutos. El audio de Hernán que me advertía de que tome recaudos para salir con tiempo parecía una broma. Busqué sin suerte a Fernando por el interior del aeropuerto hasta que llegué a un punto en el que no había más camino. ¿Estaría en otro piso? ¿Otro Sector? Decidí volver e intentar nuevamente con la búsqueda. En eso estaba con mi mirada desencajada mirando para todos lados, tratando de asimilar toda la información que pudiera para llegar al bar donde estaba mi compatriota y amigo.

En eso estaba cuando veo a alguien que abre los brazos y se dirige hacía mi como jugador de los All Blacks antes de hacer un tackle. ¡Era Jordi T! De quien me había despedido el viernes y que creí que no iba a volver a ver por un tiempo. Justo enfrente de Jordi se asomaban unas mesas con unos televisores y en la barra estaba Fernando muy concentrado con el partido. Nos sumamos a él. Gritamos los goles y sufrimos con el empate temporal de los ingleses. Nos pusimos felices con el campeonato de España. Fer se despidió, su vuelo finalmente estaba a minutos de salir. Con Jordi nos trasladamos a otro sector para comer algo. Nos quedamos perplejos al ver que  la pizza la traía un robot que se movía lentamente (pero con mucha precisión).

Minutos más tarde nos despedimos, caminé unos pasos y me encontré con Dasha F que iba para Cuba vía Panamá. ¡Compartíamos vuelo! Así que aprovechamos a conversar un buen rato hasta que llegó la hora de subir al avión y buscar nuestros asientos.

La final de la Copa América se había demorado por unos incidentes que se originaron al ingreso. Con suerte iba a ver el primer tiempo en Panamá y así fue. Mientras pensaba en todo esto en mi asiento, pasó a mi lado Ariel A, uno de los becados que representaba a Ecuador. Nos saludamos y despedimos al mismo tiempo. Que linda sensación es esa de sentir que todo fluye para que las cosas simplemente sucedan.

En Panamá, con mi camiseta argentina me tocó ver el partido en un bar rodeado de colombianos. Qué incómodo, sólo rogaba que no haga un gol Colombia. El vuelo a Santiago de Chile salió apenas terminó el primer tiempo. Empecé a darme cuenta que al llegar a Chile podía darse la situación de bajar con mi camiseta de Argentina después de una derrota. Qué manera innecesaria de exponerme a la burla.

Estaba tratando de elaborar un plan para que  las casi 7hs de viaje se pasen volando (nunca mejor dicho) y el piloto nos informó: “Queremos felicitar al campeón de la Copa América… ¡La Selección de Argentina!”. Se escucharon gritos y aplausos. ¡Qué alegría! (¡Qué alivio!). La sonrisa se me borró pocas horas después, cuando comprobé en el aeropuerto de Santiago que vendían peluches de perezosos mas lindos y grandes ¡Y a mitad de precio!

Valdivia estaba gris, lluviosa, fría, con ese aire melancólico de siempre.

Hasta acá llegamos con los relatos de la ExpoBioterios 2024, espero que hayan disfrutado de esta experiencia.

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