El polémico experimento de edición genética en embriones humanos
Noticias 08 August 2017Los hallazgos reportados en el artículo en Nature publicado la semana pasada son sorprendentes y demuestran la existencia de mecanismos de reparación desconocidos en embriones humanos que aparentemente se activan al generarlos mediante una técnica habitual de reproducción asistida: ICSI (inyección intracitoplasmática de esperma).
La comicroinyección del espermatozoide, junto con los reactivos CRISPR, parece fomentar la corrección del gen mutado a través de la ruta favorable, dirigida por homología, que no produce ruido genético y no genera mosaicismo. Más sorprendente aún es el hecho de que ni siquiera sea necesario aportar una secuencia externa correcta para que pueda ser usada como molde para restaurar el gen mutado.
El sistema parece poder usar eficazmente la copia correcta del gen existente en el óvulo como molde para dirigir la corrección del gen mutado que aporta el varón. Las eficiencias de corrección reportadas (superiores al 72%), y la virtual ausencia de mosaicismo y de alteraciones en secuencias similares permiten confirmar que estamos ante una propuesta innovadora que puede servir para considerar la aplicación futura de la edición genética en embriones humanos.
Pero estas observaciones deben ser confirmadas y corroboradas en otros genes y enfermedades primero, y, sobre todo, siempre y cuando se considere una práctica segura y eficaz para poder llegar a ser aplicada, en los países en los que sea posible abordar este tipo de experimentos.
Una aplicación controvertida de CRISPR
Sin embargo, a nadie se le escapa que admitir la edición genética de embriones humanos supone un salto cualitativo, técnico y ético, muy importante en la cadena de aplicaciones derivadas del uso de CRISPR.
Este experimento, tal y como está descrito, no hubiera podido ser realizado en España, por ser ilegal. Entraría en conflicto con el Convenio de Oviedo, de 1997, y con la Ley de Investigación Biomédica, de 2007, que impiden la transmisión de modificaciones genéticas a la descendencia y la creación de embriones humanos ad hoc cuyo fin exclusivo sea la experimentación, respectivamente.
Realmente la edición genética en embriones humanos es algo que en la actualidad solo podría ser considerado para un reducido número de casos, como por ejemplo, para parejas en las que uno de los progenitores es homocigoto para una mutación dominante que causa una enfermedad grave y cuyos hijos obligatoriamente heredarían siempre una copia del gen mutado, suficiente para causar la enfermedad; o en parejas homocigotas para mutaciones en el mismo gen y asociadas a una enfermedad congénita, cuyos hijos obligatoriamente heredarían la mutación del padre y de la madre y desarrollarían la enfermedad.
Para el resto de casos, la inmensa mayoría, disponemos de técnicas robustas y fiables, como el diagnóstico genético preimplantacional (DGP), que permite distinguir entre embriones sanos y portadores de mutaciones y así poder seleccionar los primeros para su implantación.
El ejemplo usado por el artículo, como prueba de concepto, no es ninguna de las dos situaciones anteriores. Al ser heterocigoto, es decir portador de la mutación dominante, el varón que participó en el estudio también tenía su otra copia del gen correcta. Mediante un sencillo DGP esta persona, y su pareja, tras una fertilización in vitro, habrían podido seleccionar embriones sanos para su implantación, sin requerir ninguna edición genética.
Cerca del 50% de los embriones resultantes seguiría portando la mutación y estos serían habitualmente descartados. Este hecho lo conocen perfectamente los autores del trabajo y razonan, tras sus resultados exitosos, que su propuesta permitiría reparar un porcentaje importante de esos embriones descartados y así incrementar el número total de embriones que podrían ser implantados, en el caso de que estos embriones fueran autorizados para implantarse.
Aunque aplaudo el conocimiento que nos aporta este trabajo sobre los sistemas de reparación génica que operan en embriones humanos –que seguiríamos ignorando de no haberse realizado estos experimentos–, sigo pensando que la edición genética en embriones no debería ser por el momento un procedimiento de elección, principalmente porque existen otras alternativas mucho más seguras y eficaces, como el DGP, que son válidas para la inmensa mayoría de las parejas.
Los riesgos que se asumen, aparentemente reducidos tras la propuesta innovadora de este artículo, y los beneficios potenciales deben analizarse caso por caso, y la oportunidad y la necesidad deben valorarse éticamente antes de aplicar esta técnica, todavía imprecisa, para alterar el genoma humano.
Personalmente considero que antes de abordar los experimentos en embriones hay muchos más pacientes de enfermedades congénitas, incurables, raras o no, que pueden ser objeto de aproximaciones terapéuticas somáticas, tratando a las personas afectadas con reactivos CRISPR encapsulados en virus o acomplejados con nanopartículas, para que corrijan un número significativo de células del tejido u órgano afectado.
Los experimentos preclínicos (en modelos animales, ratones y ratas) conocidos hasta el momento con una docena de enfermedades tratadas son muy prometedores, y permiten augurar un futuro esperanzador a la técnica cuando sea segura y eficaz para trasladarla a la clínica. Creo que es nuestra responsabilidad seguir investigando y desarrollando tratamientos seguros y eficaces que puedan, en un futuro próximo, ser empleados en beneficio de un gran número de pacientes que ahora carecen de soluciones terapéuticas válidas para sus enfermedades o condiciones genéticas.
Lluís Montoliu es investigador científico del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) y Centro de Investigación Biomédica en Red en Enfermedades Raras (CIBERER-ISCIII), Miembro del Comité de Ética del CSIC.
Fuente: Sinc
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