¿Los animales tienen sentimientos?

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1932, Chester, Inglaterra. En el zoo de Upton, un pequeño mono rhesus roe con celo una cuerda de casi dos metros. Poco después la ata burdamente a una rama de su jaula y, seguidamente, hace un rudimentario nudo en el otro extremo. Según los testigos, el mono, entonces, mete su cabeza cuidadosamente en el nudo y salta. La muerte es instantánea. ¿Por qué se suicidaría un mono? No sabemos si la cuestión más inquietante es esta o el cómo llega a suicidarse un animal. Pero sí hay algo que pone de manifiesto este hecho: los animales no son los "objetos" que a día de hoy muchos se empeñan en convertirlos.

Sentimientos complejos
Existe un gran debate sobre qué es sentimiento y qué emoción. La dificultad para definir estos conceptos no es baladí, ya que antes de poder trabajar hace falta saber con qué trabajamos. En el caso de los animales es aún más crítico porque para poder entender cómo ocurre hay que entender qué ocurre primero.

Un ejemplo práctico lo veíamos durante el pasado noviembre, en el Parlamento Inglés, donde una propuesta de enmienda de ley de la UE para reconocer oficialmente la sensibilidad animal hacía saltar todas las pelucas del estrado. Y lo hizo porque no todos los parlamentarios están de acuerdo.

Para la ciencia no existen dudas al respecto: los animales son sensibles porque pueden sentir a través de los sentidos (valga la redundancia). Así, pueden sentir dolor y placer, ambas emociones. Pero, ¿y sentimientos? Cuando llegamos a este punto, si estuviéramos en el Parlamento, podríamos poner serias objeciones. ¿Qué es un sentimiento, al fin y al cabo?

¿Lo es la lealtad de un perro? ¿Y el cariño de un gato? ¿La necesidad de suicidarse de un mono rhesus? ¿O qué tal si hablamos del duelo que viven las madres mamíferas? ¿Qué hay de la veneración de los elefantes por sus cementerios? ¿O de los celos vividos entre primates? ¿Qué ocurre con las cabras que se excitan ante ciertas señales? ¿O las ratas que buscan cosquillas?

Sí, lo sabemos, son demasiadas preguntas en un párrafo. Y esto solo sirve para poner de manifiesto un hecho: los animales son mucho más complejos de lo que parece. Demasiado para contestar una sola pregunta: ¿son sensibles o no? Lo son, sin duda. ¿Pueden percibir emociones y sentimientos complejos? Todo apunta a que sí, pero no podemos saberlo a ciencia cierta.

El dolor como ejemplo
Vamos a dar un golpe bajo. Este se aprovechará de un sesgo emocional que todos vivimos, una antropomorfización que arreglaremos más adelante. Vamos a hablar del dolor. Existen numerosísimos casos, miles, (muchos más de los necesarios para considerar los siguientes comportamientos como aberrantes o anecdóticos) donde los animales muestran un comportamiento complejo ante el dolor.

Uno de los últimos recoge el caso concreto de una piara de pecaríes (un tipo de cerditos parecidos a los jabalíes). El vídeo y el estudio que lo analiza muestra el duelo (dolor) que muestran ante la muerte de uno de sus miembros. ¿Por qué sabemos que sufren? Como suele ocurrir en este tipo de casos, no lo podemos saber al 100%, que es la principal crítica que se puede hacer a este tipo de estudios.

Pero durante un par de dias, la manada de pecaríes volvió una y otra vez sin ningún tipo de intención más que estar cerca del cuerpo del pecarí muerto. En el vídeo, recogido por un joven estudiante al que le regalaron una cámara activada por movimiento, se puede apreciar la evolución de los tayasuidos (los cerdos), que en una primera instancia tratan de "despertar" a su compañero y, más tarde, simplemente "lo velan", como diríamos lo humanos.

Este comportamiento no es para nada extraordinario. Como decíamos, comportamientos de duelo similares se han visto en cetáceos, gorilas, perros y cuervos. Y estos son solo algunos ejemplos de que los animales muestran sentimientos y comportamientos complejos ante situaciones igual de sofisticadas.

Definición, entendimiento y comunicación
Si hay algo que podemos decir con total seguridad es que los sentimientos son un exponente máximo de la comunicación. No están únicamente ligados a ella, pero son una herramienta o una manifestación esencial. Por esta relación intrínseca, probablemente, nos es tan difícil entender, o tan si quiera aceptar, que los animales puedan tener sentimientos complejos.

En primer lugar porque no los podemos definir. En materia de sentimientos la suma de las partes es mayor que la de estas por separado, como diría algún psicólogo. Las definiciones deterministas y seccionadas probablemente no sean suficiente, lo que es un mal comienzo.

El siguiente punto es el entendimiento. Tradicionalmente se han considerado a los animales como "bestias" sin más capacidad cognitiva que un comportamiento mecanizado y ligera astucia. Esto se debe, en gran parte, a que no los comprendemos. Es lógico, puesto que somos de especies muy diversas con puntos de vista muy distintos, si lo miramos desde la visión etológica.

En último lugar está otro apartado importantísimo, que es el comunicativo. Si nos hemos perdido en los dos anteriores, cabe esperar que fallemos en la comunicación del mensaje ligado a la emoción o sentimiento. A duras penas podemos entender si un perro está contento o estresado y probablemente sea uno de los animales mejor entendidos del mundo.

¿Cómo podría nadie entender los motivos que llevan a un mono rhesus a suicidarse? Si es que esto ha ocurrido de verdad y no ha sido un mero accidente, cosa que parece poco probable. Por otro lado, en ese proceso de comunicación, los seres humanos, como probablemente todas las especies lo hagan, tendemos a llevarlo a nuestro terreno, algo que puede ser un error.

Antropomorfizar, un vicio difícil de evitar
Tendemos a antropomorfizarlo todo, es decir, a trasladarlo al caso humano. Es lógico porque solo sabemos pensar como seres humanos, así que las analogías nos son naturales. Pero, con casi total seguridad, esto no nos ayuda a la hora de entender el comportamiento animal. Al menos no cuando hablamos de sentimientos complejos.

Los objetivos, percepciones y la capacidad cognitiva de un animal son muy distintos a los de los del Homo sapiens. Por supuesto que podemos sacar paralelismos (un perro siente placer cuando lo tratan bien, al igual que un humano, por ejemplo), pero en los matices es donde se pierde la comprensión.

Y los comportamientos y sentimientos complejos están llenos de matices. Trasladar nuestros sentimientos a los de cualquier otro animal probablemente es la razón primera de que no consigamos entender que estos también los poseen. Y también puede que sea la principal razón para no poder realizar un estudio científico correcto.

Por desgracia, tampoco podemos deshacernos de toda nuestra subjetividad porque, entonces, tampoco captamos la esencia de las emociones. ¿Podemos evitar los sesgos sin matar el punto de vista subjetivo? El estudio de los sentimientos parece estar en jaque mate. Pero no es del todo cierto.

¿Cómo estudiamos el "sentimiento animal"?
En los últimos años, la comunidad científica se ha hecho cada vez más partidaria de la idea de las emociones en los animales. La investigación científica ha proporcionado información sobre las similitudes de los cambios fisiológicos entre los seres humanos y los animales cuando se experimenta la emoción.

Bajo dichos cambios fisiológicos se pueden hacer una serie interesante de aproximaciones para entender que, efectivamente, existen sentimientos en todo el reino animal. Como os habréis dado cuenta, cuando nos sentimos alegres, deprimidos, excitados o nerviosos, nuestro cuerpo tiene diversas manifestaciones. Manifestaciones que son medibles muchas veces.

Así, surgen diferentes mecanismos de estudio que pretenden ahondar en la existencia de sentimientos: aproximaciones mecanísticas, búsqueda de neuronas específicas, estudio de mecanismos sociales y psicológicos, funcionales, la detección de vocalizaciones... Un interesante ejemplo de este último es un estudio realizado por la Humboldt University de Berlin donde podemos ver a una rata "riéndose" cuando le hacen cosquillas.

Pero, en definitiva, todos estos estudios son, de nuevo, solo partes de un todo, probablemente sesgados por separado. Esta gran brecha científica sigue, y seguirá siendo durante mucho tiempo, la crítica principal al estudio de los sentimientos complejos de los animales. Pero eso no es razón para tratar a cualquier ser vivo que no sea de las especie Homo sapiens como un objeto o una propiedad.

Los animales no son cosas
A día de hoy todavía resulta sorprendente como muchas personas aún consideran a los animales como meros objetos en propiedad, que hay que cuidar por el simple hecho de hacerlo. A pesar de que las leyes abarcan a los animales desde hace décadas, en algunos casos siguen siendo muy deficientes.

Cada día estamos más concienciados y sabemos más de que en el mundo animal existen emociones, sentimientos y comportamientos que hasta hace unos años solo nos habríamos atrevido a atribuirle a los seres humanos. El concepto de "persona no humana" es un buen ejemplo de ello.

Desde el punto de vista evolutivo, los animales son complejos y muestran claros comportamientos sofisticados. Desde el punto de vista ético, no tenemos derecho a administrar un comportamiento cruel o abusivo sobre ningún ser vivo. Desde el filosófico, también se puede considerar a los animales como entidades propias, con voluntad y sentimientos.

¿Por qué nos empeñamos en tratarlos como objetos? Por desgracia todavía es pronto para poder prescindir de ellos por completo. Por suerte, estamos viviendo grandes avances para poder mantener nuestra vida tal y como la conocemos sin que por ello necesitemos "utilizar" animales como si fueran meros recursos. Mientras tanto, ya es hora de que vayamos reconociendo que no son meras cosas, que pueden sentir dolor y placer de forma compleja aunque a veces nos cueste entenderlos.

Por Santiago Campillo

Fuente: Hipertextual

 

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